martes, 30 de diciembre de 2014

Café mañanero

El primer café de la mañana tiene el poder de las pócima mágicas de los cuentos infantiles ,un poder sobrenatural que  nos arrastra fuera de los etéreos y alucinógenos dominios del reino de Morfeo  donde nuestra inconsciente somnolencia traspasa los umbrales de la vida y se pierde en una  onírica existencia en la que el dios del sueño nos sumerge de forma temporal. Un remedo de la muerte pero con billete de vuelta.
La luz aún amorfa de la mañana cincelaba  la ondulante y sinuosa humareda  que desprendía el café recién servido en  la vieja jícara –la última que queda – del ajuar de  boda de mi abuela paterna y que guardo con especial cariño. Tengo el convencimiento que existe un nexo  casi mágico, entre la vieja taza, el aroma del café y la textura de la luz que me vinculan a los últimos átomos de quienes antaño vivieron y compartieron los cafés de la mañana entre las adustas paredes de la vieja casa de mis antepasados.

 Es una pena, que mi joven y tecnificada cámara sólo pudo captar la textura de la luz y la insinuante humareda que desprendía el penúltimo café mañanero de  2014…


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