La lluvia es uno de mis vivencias favoritas,no sólo fotográficamente,sino también a nivel vital.Su ausencia durante largos períodos de sequía me produce desazón y angustia...Tal vez la misma que sufrían mis gentes,cuando en mi pueblo padecíamos inviernos secos y desoladores,que auguraban escasez y pobreza... Los inviernos lluviosos producían una sensación de alivio y esperanza y la recibíamos con auténtica veneración y alegría...La chiquillería disfrutábamos mojándonos y saltando en los charcos que se formaban en los entonces caminos de tierra que emanaban un extraño olor húmedo y embriagador,que parecía sedarnos y producirnos al tiempo una sana y primaria alegría de vivir... Hoy,ya no hay caminos,sino calles asfaltadas, áridas y desoladas ,sin flores ni yerbas en sus orillas...La mujer de rojo,se llama Loly,era compañera en mi colegio y esperábamos a otros congéneres para ir a caminar al monte...Era un magnífico día de invierno,de lluvia suave y pertinaz... No caminamos por el monte ese día,pero almorzamos en un vetusto y entrañable bar-restaurante en la montaña... Fue en La Laguna hace algunos años,no recuerdo cuántos...Loly hace poco se ha jubilado...Y a mí... ¡A mí, me sigue fascinado la lluvia...!
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